Angelus novus (circa 1900)

angelus novus w.

III. El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia. Pero solo a la humanidad redimida le es dado por completo su pasado. Lo cual quiere decir: solo para la humanidad redimida se ha hecho su pasado citable en cada uno de sus momentos. Cada uno de los momentos vividos se convierte en una citation à l´ordre du jour, pero precisamente para el día del Juicio Final.

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VI. Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente fue». Significa apoderarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al contenido de la tradición como a sus receptores. En ambos casos el peligro es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En cada época debe intentarse recuperar la tradición del conformismo que se dispone a someterla. Porque el Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en el pasado la chispa de la esperanza solo le ha sido concedido al historiador íntimamente convencido de que tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando este venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.

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IX. Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo en lo que fija su mirada. Los ojos como platos, la boca, muy abierta, las alas, totalmente extendidas. Este debe de ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Allí donde nosotros vemos un encadenamiento de hechos, él ve una única catástrofe que acumula incesantemente una ruina tras otra, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer tanta destrucción. Pero, desde el Paraíso, sopla una tempestad que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja hacia el futuro, al que él da la espalda, mientras que los montones de ruinas van creciendo ante él hasta llegar al cielo. Esta tempestad es lo que nosotros llamamos «progreso».

Tesis sobre el concepto de historia (1940), Walter Benjamin

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A excepción de algún viaje estival, cada año, antes de que me tocara ir a la escuela, nos instalábamos en alguna de las casas de verano de los alrededores. Durante mucho tiempo, me trajo su recuerdo la espaciosa caja que pendía de la pared del dormitorio de mi niñez, pues ésta contenía los rudimentos de una colección de mariposas cuyos ejemplares más antiguos había yo cazado en el jardín del Brauhausberg. Las blanquitas de la col con bordes descascarillados o las limoneras con alas excesivamente desvaídas me recordaban ardorosas cacerías, aquellas que tantas veces me habían alejado de los cuidados caminos del jardín hacia la espesura, donde me enfrentaba impotente a la confabulación del sol y el viento, de las frondas y las fragancias que debían de gobernar el vuelo de los lepidópteros…

Infancia berlinesa hacia mil novecientos (1932), Walter Benjamin

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6 de marzo. El hecho es que he sufrido mucho estos últimos días por los ruidos en mi habitación. Ayer por la noche esto se me introdujo en el sueño. Me encontraba ante un mapa y, al mismo tiempo, en el paisaje que representaba aquel mapa. El paisaje era espantosamente desolado y árido, y no resultaba fácil de decir si tanta desolación era debida al páramo rocoso o al fondo gris y vacío, poblado únicamente por las letras de imprenta. Estas se curvaban sobre sus documentos, como si siguiesen una cordillera. Las palabras que formaban parecían más o menos alejadas unas de otras. Supe o descubrí que me encontraba en el laberinto del conducto auditivo. Pero ese mapa era también el del Infierno.

28 de junio. Me encontraba en un laberinto de escaleras. Este laberinto no estaba cubierto en todos los sitios. Subí. Había otras escaleras que conducían hacia lo más hondo. En un rellano me percaté de que había llegado a una cima. Se abría ante mí una amplia vista sobre todo el paisaje. Vi que otros estaban en otras cimas. A uno de esos otros le sobrecogió de pronto el vértigo y se precipitó al abismo. El vértigo se fue extendiendo; otros se despeñaron desde otras cimas. Cuando me sobrecogió a mí esta sensación me desperté.

Conversaciones con Brecht: notas de Svendborg (1938), Walter Benjamin

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Su erudición era grande, pero no era un erudito; su materia de estudio incluía textos y su interpretación, pero no era un filólogo, sentía gran atracción, no por la religión sino por la teología y las interpretaciones de tipo teológico para las que el texto en sí mismo es sagrado, pero no era un teólogo y no estaba particularmente interesado en la Biblia; era un escritor de nacimiento, pero su gran ambición era producir un trabajo enteramente compuesto por citas; fue el primer alemán en traducir Proust (junto con Franz Hessel) y St.-John Perse, y antes de eso había traducido los Tableaux parisiens de Baudelaire, pero no era un traductor; reseñó libros y escribió algunos ensayos sobre escritores vivos y muertos, pero no era un crítico literario; escribió un libro sobre el barroco alemán y dejó inacabado un enorme estudio sobre el siglo diecinueve francés, pero no era un historiador, de la Literatura o de otro tipo; (…) pensaba poéticamente, pero no era ni poeta ni filósofo.

Hombres en tiempos de oscuridad (1968), Hanna Arendt

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